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Un Septiembre muy “Prehis-pánico”

Todos conocemos el rico pozole, en cualquier color o presentación a la mayoría nos gusta, pero su pasado prehispánico es algo tétrico, la historia de Ernesto Martínez a continuación te demostrara el ¿por qué?.

Ernesto Martínez era un joven problema, desde pequeño era muy “alborotador”, conforme su edad y tamaño fueron aumentando, sus alborotes pasaron a ser problemas para su madre quien era viuda.

Para quitarse “el problema” de encima la madre de “Ernestin” como le decía ella, optó por ingresarlo a las fuerzas armadas del país, así apenas con 18 años cumplidos Ernesto no vería un pastel de cumpleaños, si no unas botas y un uniforme verde.

A pesar de su hiperactividad a Ernesto le sentó muy bien el ejército, se convirtió en un soldado condecorado con varias misiones completadas con éxito, cada una con sus bajas y pérdidas pero él seguía en pie.

Los años pasaron y debido al tiempo Ernesto quedo sólo en la vida, sin nada más que la bandera Mexicana a la cual muy seguidamente cantaba y admiraba.

Luego de haber completado una misión más en 15 de Septiembre, cerca de algún pueblito de la CDMX y nuestras raíces históricas, a Ernesto se le ocurrió parar para tomar en un bar de mal augurio y dar ahí su grito de independencia, esa noche la historia de Ernesto cambiaría totalmente.

Pasada la media noche a Ernesto se le acercaron unos tipos sombrerudos, con un tono un poco retador y ya algo tomados:


-“¿A poco muy verguitas hijo de tu perra madre?”dijo uno de los hombres que se le acercó.

-Sr por favor le pido me deje tomarme esta cerveza antes de romperle el pinche hocico de perra que se carga.Contestó Ernesto

-¡¡Nadamás por que traes tus botitas de maricon!! AHORITA MISMO TE LA PARTO YO, ACABATE ESA MADRE Y TE ESPERO ATRÁS.Respondió otro de los agresores

Ernesto ya con la cabeza caliente salió sin no antes terminar su cerveza, al salir de un golpe noqueó  a uno de los agresores, pero de la nada el segundo sacó una pistola y le disparo 3 veces al tórax, así en un segundo el condecorado Ernesto cayó al suelo al instante, el hombre que le disparó a “Ernestín” despertó a su compañero y entre los dos cargaron a Ernesto en la parte trasera de su troca.

-No mames cabrón que hice!!! Ahora que wey dime “onde” lo tiramos a este culero

-Llévatelo aquí pasando las pirámides por atrás hay un campito nomas reza pa´ que no haya retenes si no ya la cagamos we.

Ernesto empapado en sangre fue arrojado dentro de lo que parecía ser una cueva o ruinas, los agresores huyeron despavoridos casi derrapando y chocando con árboles de la zona de la prisa que ellos llevaban,  pues pasar tu vida en la cárcel no debe ser nada bonito.

Sin embargo, aquellos tipos por no cavar bien la tumba de Ernesto, terminarían “cocinando” la suya, pasó todo un día para que Ernesto volviera a reaccionar despertó la noche siguiente del ataque apenas respirando casi con un pulmón  y con la vista borrosa, estaba a punto de morir.

En vez de salir de la cueva en ruinas Ernesto se estaba adentrando más pues él pensaba que ya estaba en el infierno, escuchaba murmullos graves en idioma raro venir de ahí  Xia Teyaotlani Tlatelchiuali” Xia Teyaotlani Tlatelchiuali” Xia Teyaotlani Tlatelchiuali” Decían las voces.

Ernesto caminó hacía ese lugar, hasta que se topó con un libro muy antiguo no tenía más que ilustraciones aztecas, Ernesto aun goteaba sangre quedando de rodillas frente a lo que parecía un altar el soldado Mexicano estaba por morir.

Sin embargo, de repente una figura esquelética con un penacho negro y rojo  enorme se apareció frente al joven, Ernesto levantó la mirada y el hombre del penacho puso su mano esquelética sobre su frente:

-“Si quieres vivir un platillo para mi debes traer, un sacrificio eso te dará la venganza, fuerza y poder que tu corazón ahora tanto añora mi querido Teyaotlani, siente la fuerza de tus antepasados de tus compañeros Teyaotlanis, eres un Teyaotlanis que lucha por su pueblo y su tierra., lo que te pido, es un ritual que antes en estas tierras todos ofrecían para mí”.

-Sólo quiero venganzaaaaaaa!!! Gritó Ernesto.

-Brrrrrr, brrrrrr

-BUENO?!

-¿Ernesto dónde estás?

-En casa por?

-Llevas 3 días sin presentarte al cuartel, tomate un descanso si es lo que necesitas, pero ni se te ocurra pedir paga.

-¡¿3 días?! Entonces no fue un sueño, obtendré esa venganza con este libro.

Ernesto tomó el libo que encontró, aún tenía la ropa ensangrentada de aquel día pero no recordó cómo llegó a casa y mucho menos como llegó el libro ahí, no había que hacerse el tonto, sin duda aquella figura era un ente que ayudo a Ernesto a librar el mictlán.

Comenzó por abrir el libro tenia símbolos, dibujos extraños y sangrientos, pero, extrañamente Ernesto parecía comprenderlo como si de un periódico se tratase (aunque ya nadie lee esas mierdas), lo que tenían aquellas páginas era una receta que según el códice, otorgaba fuerza y poder a quien lo consumía, Moctezuma mismo era de los pocos dignos de pobrar ese platillo el Tlacatlaolli.

A Ernesto le recordó a la receta típica del Pozole excepto por un pequeño gran detalle, la receta llevaba como ingrediente perdido en el tiempo: CARNE HUMANA ,MUSLOS, BRAZOS Y CABEZA RESPECTIVAMENTE.

-Ahora lo entiendo ese ente me ayudó para cometer mi venganza y aparte me usa para llevarse parte del “sacrificio” , me parece un trato justo, ¡a cocinar se ha dicho!.

Ernesto indagó en el negocio, pidió videos de seguridad y con sus contactos logro dar rápidamente con el registro de la camioneta en la que lo transportaron, Juan y Diego Murillo “los hermanos Murillo”  típico farol que Ernesto pudo identificar con tan solo una búsqueda en Facebook, lo único que lo complico es que según su biografía de Facebook uno vivía en París y el otro en Barcelona.

¡Pura mamada! Seguramente eran de los barrios más bajos de la CDMX pensó Ernesto, dicho y hecho a los dos días Ernesto los pudo identificar en Iztapalapa, comerciantes de artículos robados y pirata, siempre andaban juntos y siempre se les veía en el negocio, un blanco fácil.

Ernesto solo tuvo que esperar a que diera la noche y cerraran la cortina del local para capturarlos, y así fue, espero hasta que la noche cayera pues él ya había cortado los cables de las lámparas desde primera hora del día, entró al local y  de un madrazo noqueo al mismo tipo, al otro el de la “pistolita” lo tuvo que amarrar en la obscuridad para no llamar la atención.

Con cautela esperó dentro del local de los Murillo para después cargarlos sin ser visto en la calle. aunque, por la zona nadie hubiera dicho nada.

Ernesto comenzó a escuchar las voces de nuevo y tenía imágenes de antiguos sacrificios en su mente, flashbacks que parecían suyos pero no era el, las voces lo fueron guiando hasta el lugar donde él fue tirado  Xia Teyaotlani Tlatelchiuali” sonaba en su cabeza Xia Teyaotlani Tlatelchiuali” una y otra vez.

Al llegar al lugar tenía todo preparado un gran machete, una enorme fogata y un cazo de carnitas.

Luego de unas horas a los hermanos los despertó el humo y el olor del maíz hirviendo.

¿Qué putas haces?! ¡¡Tu eres el tipo del otro día!! ¡¡Nosotros te disparamos cabrón!!!

Le gritaban los hermanos Murillo a Ernesto, pero el sólo repetía frases en Náhuatl “Teyaotlani Tlatelchiuali, Teyaotlani Tlatelchiuali, Teyaotlani Tlatelchiuali”.

Los hermanos no dejaban de pedir auxilio a gritos muy desesperados, hasta que uno de ellos vió al ente que salvo a Ernesto, aquella figura era imponente y con una energía sumamente pesada, que no helaba, al contrario, calentaba como horno el ambiente.

El calor en la cueva fue aumentando cada vez más,  un rojo brillante  se apoderó del ambiente, Ernesto estaba sudando como un puerco y su piel parecía sacar humo pero él no se inmutaba, uno de los hermanos se había desmayado al ver al ente, su piel se comenzaba a descarapelar por el calor, se le veía la carne en algunas partes de su cuerpo, estaban hirviendo en vida.

A ese hermano el desmayado fue al que Ernesto comenzaría a partir para ponerlo en el cazo del Tlacatlaolli (pozole maldito).

El mayor de los Murillo no podía creer lo que estaba viendo, su hermano estaba siendo desollado en vida y el tan solo podía observar, ya ni siquiera gritaba había quedado con los ojos pelados y al mirarse las manos ya no tenía piel en ninguna parte de su cuerpo había sido quemada mientras estaba dentro de la cueva, veía la cabeza de su hermano flotar en el cazo del Tlacatlaolli, y sabía que él sería el siguiente, su mirada quedó perdida luego de ver aquella escena y ver que Ernesto no tenía ya piel solo se veían sus músculos rojos y sacando vapor despavoridamente en ese momento el último Murillo murió…

Hoy en día se dice que Ernesto abrió un restaurante, llamado “El sacrificio” se cuenta que algunos de los platillos de ese lugar son “exóticos y especiales” exclusivos para políticos y gente de alto poder adquisitivo, algunas lenguas cuentan que Ernesto hizo de su venganza un negocio y que el platillo Tlacatlaolli es servido para aquellos que puedan pagar el precio no solo adquisitivo si no de  traer un sacrificio humano a la mesa tal y como lo hacían los MEXICAS…

Redacción: Doble Cara Noticias.

LA HISTORIA QUE ACABAS DE LEER TIENE UNA PARTE DE FICCIÓN Y OTRA QUE NO LO ES

TE TOCA DESCUBRIR…