No tengas un buen día ten un gran día
Categorías
Terror

Terror en los túneles de Guanajuato

Corría el año 1917 en el estado de Guanajuato, siempre conocida como una ciudad importante dentro del país por su historia, cultura y belleza.

Sin embargo, su gente siempre se ha inclinado mucho por el catolicismo, en aquellos tiempos sería un Padre el que haría a la gente de Guanajuato preguntarse ¿en quién realmente debería confiar?

Su nombre era el padre Jacinto, un hombre no muy viejo, de 48 años aproximadamente, bajito con patillas largas pero con una “semicalva” que daba un poco de asco.

Toda la ciudad lo respetaba pues recordemos que para la época y zona donde nos ubicamos la gente era muy devota, Jacinto oficiaba misa de vez en cuando, tenía amplia experiencia dentro de la iglesia, conocía la basílica de la ciudad como la palma de su mano e inclusive conocía los pasajes secretos que conectaban con los túneles de la ciudad.

Jacinto ante los demás parecía alguien amigable pero rozando lo “raro”,  el pasado de Jacinto fue cruel, abandonado por su padre y adoptado por su tío quien lo golpeaba, optó por refugiarse en el convento antes de seguir sufriendo abusos de todo tipo por parte de su familia.

Jacinto el Padre arrastraba traumas y un pasado que trataba de olvidar, según lo que sabemos, rezando al señor.

Sin embargo en algún momento esos traumas saldrían a la luz pues el padre solo los estaba reprimiendo en su interior, cada vez más y más.

No fue hasta una noche del 16 de Octubre de 1917, que el Padre Jacinto al no poder dormir decidió salir a la calle a las 2 y cuarto de la madrugada, para tomar una caminata por sus pasajes secretos.

El padre Jacinto bajó y comenzó su recorrido por los túneles secretos, siguió y siguió hasta llegar a un punto donde parecía no había retorno, el padre observó una pequeña Grieta por la que apenas podía pasar de lado y siguió por ahí por curiosidad.

Hasta que por fin ¡salió!, Jacinto se sorprendió al ver que esa grieta conectaba directamente con el túnel de “El Cuajín” casí de 1.5 km de recorrido, El Padre pensó en volver por la grieta pero le parecía estrecho así que decidió ir por el camino que todos conocen, sin embargo para esa hora era peligroso transitar un túnel.

Camino a la basílica dentro del túnel del Cuajín, el padre encontraría lo que sería su verdadera pasión pero también su perdición, un tipo se acercó a Jacinto pidiendo limosna pero esté lo rechazó vilmente por parecer andrajoso, el tipo ebrio y humillado por el padre decidió atacarlo, Jacinto trató de defenderse, golpeando al tipo con su antorcha en la cabeza, esto hizo enojar más al borracho.

El tipo que lo atacó sacó una navaja y apuñalo al padre, por suerte la sotana de Jacinto le salvo la vida, la navaja del borracho quedo atorada en la prenda, el padre aprovecho y noqueo al tipo esta vez golpeándolo sin piedad en la cabeza.

El asaltante cayó al piso Jacinto tomó la navaja y gritando  “Requiéscat in pace” lo navajeo una y otra y vez, Jacinto no sentía remordimiento curiosamente le estaba gustando y emocionando lo que hacía, sus traumas se estaban saciando con el mismo fuego con el que fueron encendidos.

Durante más de 2 minutos Jacinto hundía la navaja en el tipo, dejando una escena grotesca y al padre repleto en sangre con una sonrisa de satisfacción macabra, luego de esos minutos de “gloria al padre” Jacinto reaccionó, y comenzó a pensar en esconder el cuerpo, se puso muy nervioso no sabía que acababa de pasar ni que hacer, solo recordaba su momento de clímax al realizar tan atroz acto.

El padre se arrodillo y comenzó a orar solo se veía su silueta muy a lo lejos y se escuchaban murmullos de rezo, de repente llegó la iluminación, Jacinto recordó la cripta secreta que estaba bajo la basílica, tan solo tenía que arrastrar lo que quedaba del tipo por la grieta y luego de ahí nadie sabría nada.

Pasaron 2 semanas y Jacinto no olvidaba lo que hizo pero sobre todo, no olvidaba la satisfacción que sintió al golpear y navajear a aquel tipo, la sed por matar del padre se incrementaba, mientras daba misa sudaba de ansiedad, mientras rezaba recordaba la dulce sensación de pecar, como si de una droga se tratase Jacinto no dejaba de recordar y  querer sentir de nuevo eso que lo llevo al éxtasis cerebral.

Luego del mes Jacinto lucía como descuidado muy ansioso todo el tiempo, no aguantaba más, esa noche tendría que salir si o si por su siguiente “dosis”.

Bajó a su cripta secreta, el cuerpo del borracho estaba casi descompuesto pero nadie había hablado de él ni en confesiones ni en misa, el padre estaba limpio por ahora, salió pasadas las 2 de la madrugada, repitió el mismo proceso, mismo camino secreto que llevaba a la grieta del túnel del cuajín, solo que esta vez no había ningún borracho así que decidió ir a buscar a su siguiente víctima, no había alguna sola alma perdida hasta que encontró a un vagabundo durmiendo en la calle justo a la salida del túnel.

-Oye tú! Levántate ¿cómo puedes dormir aquí en estas condiciones?

– Llevo aquí toda mi vida padre ¿usted que hace tan tarde?

-Emmm nada salí a dar un paseo

-¿A estas horas? Se le vaya  a aparecer un muerto

-Ya anda levanta, y ven conmigo vamos a la iglesia para que puedas dormir bien y al fin “requiescat in pace”

-¿Requie que???

-Es latín significa que en paz descanses.

Justo en ese momento el padre hundió su puñal en el pobre vago,

-agggg pa, padre, ququque le pasó?

El padre quedó a plena salida del túnel repitiendo la misma escena de la vez pasada, al fin con la misma sensación que tanto ansiaba, él lo disfrutaba, el túnel oscuro y las bellas calles de Guanajuato eran los únicos testigos de ese barbárico acto, los lamentos del vago duraron solo unos segundos pero el eco del túnel los haría sonar varias calles a la redonda.

(A lo lejos una pareja)

-¿Escuchaste eso? Fue como un lamento ¿no?

-¡Ay si!, ha de ser la llorona por aquí se aparece mucho, cierra la venta que aquí espantan.

Jacinto se llevó el cuerpo hasta su “sala de trofeos”, pasaron 6 meses y Jacinto ya tenía más de 20 víctimas en su cripta, la grieta por la que atravesaba él y los cuerpos estaba ya pintada de rojo por la sangre de las victimas pues por ahí los arrastraba, para su surte por la poca visibilidad del túnel apenas y se notaba corrosión de sangre en la grieta.

El padre se veía muy energético, feliz, libre de traumas, pero durante la noche se convertía en una bestia insaciable, al mismo tiempo a través de confesiones de los fieles y chismes de las señoras de misa recibía información de las personas que Jacinto mismo había desaparecido, por lo que estaba más que seguro que jamás sabrían que fue él.

Las personas pensaban que las desapariciones se debían a antiguas leyendas o cualquier otra cosa sobre natural, jamás imaginaron la carnicería que estaba montando Jacinto 100 metros debajo de la base de su centro de misas.

Sin embargo toda historia tiene su fin, aquí es donde entra la historia de Manuel Caballero.

Manuel era un tipo que se la vivía de fiesta en fiesta, y disfrutaba la ciudad al máximo, conocería a Jacinto en un bar “gay”, pues el Padre había encontrado ya diversos métodos de conseguir victimas uno de ellos era ir a bares a “preparar” víctimas.

Manuel no caería las primeras veces que el Padre lo invito a recorrer los túneles, pero en una ocasión el calor de la fiesta lo llevo a lo que sería la peor noche de su historia.

Ya caída la noche y luego de dar una larga caminata entre callejones y calles mágicas de tan bella ciudad, Jacinto se preparaba para saciarse de nuevo con Manuel, lo dejo adelantar unos pasos mientras el “acomodaba sus zapatos” en ese momento Jacinto aprovecho para tomar una roca del piso y atacó a Manuel por la espalda golpeándolo tan fuerte que este cayó desmayado al piso.

El padre se montó en él para comenzar con con su ritual…

-“Requiescat in pa…

-¡Ey! ¡Que fue eso! ¡¡¡Que hacen ahí puercos!!!

-¡¡Nada nada ya nos vamos!!

Justo cuando iba a dar la primer puñalada Jacinto fue descubierto, o mejor dicho “casi descubierto”, por la obscuridad de la noche y la neblina que estaba comenzando a caer aquel vecino no alcanzo a lucidar bien lo que estaba pasando.

Jacinto se levantó rápidamente tomó a Manuel como si estuviera borracho y se fue camino a la cripta.

El padre pensó que Manuel ya estaba muerto por el golpe brutal en la cabeza, estaba demasiado nervioso pues casi lo descubrían por lo que no disfrutaría de su ritual, gran error pues el padre solo arrojaría a Manuel junto con sus demás “trofeos”.

Pasó casi un día entero y Manuel terminaría despertando, pensó que estaba en el infierno, pues despertó justo junto a las demás victimas ya en estado de descomposición con un olor indescriptible pero que te puedes ir imaginando.

Salió de la cripta y alcanzó a ver una pequeña luz pasar por la grieta, salió por ahí y para su sorpresa no sería la luz de cielo la que vería si no la luz del túnel del Cuajín, Manuel se sorprendió tanto que  terminó llorando., Al salir del túnel recordó toda la escena de la noche pasada, el pueblo tenía que enterarse de lo que ahí guardaba el padre antes de que otra víctima más cayera en sus garras.

Manuel Corrió con sus padres y amigos les contó lo que le había pasado, su madre no podía creer lo que estaba escuchando del Padre Jacinto, no creía que siquiera él saliera por las noches a bares mucho menos que tratara de asesinar a su hijo.

Su padre, familiares y amigos corrieron a la iglesia tras el padre, al abrir las puertas de la basílica se encontraba Jacinto rezando en el centro, al ver a Manuel con vida este quedó atónito, se levantó rápidamente y corrió hacía su preciada Cripta.

-¡¡¡Agarrenlo!!!.

Gritaba la gente dentro de la iglesia, armados con herramientas de trabajo y cuchillos de caza corrieron tras él, lo siguieron por los túneles secretos hasta la entrada de la cripta, Jacinto quedó sin salida atrapado adentro de su cripta la gente comenzó a ver los cuerpos que tenía tirados por los caminos secretos, el olor era cada vez más fuerte.

-¡¡¡Sal de ahí, ya no tienes escapatoria!!!

-¡Sabemos lo que le hiciste a Manuel y todos estos muertos!

-¡¡Eres una bestia, un demonio!!

-¡¡Quémenlo vivo, quemen su cripta!!!

Jacinto se negaba a salir, la gente no paraba de gritarle, fue ahí que todos acordaron quemarlo estando dentro de su preciada sala de muerte, se propusieron a trabar la entrada y prenderle fuego, así 100 metros bajo tierra y con los lamentos de Jacinto por quemarse vivo el pueblo encontraría la paz.

Hoy en día se dice que en ese túnel de Guanajuato aún se escuchan los lamentos del Padre e inclusive algunos dicen haber visto una figura con sotana transitar en ese túnel durante las madrugadas, por lo que ten mucho cuidado en quien confías ;).

HISTORIA Y REDACCIÓN POR DOBLE CARA NOTICIAS.